Mi historia
Tengo unos 7 años, estoy en el salón de la casa… es pequeña, está calentita, huele a parafina, afuera hace frío, las ventanas tienen gotitas de escarcha y la estufa ha estado encendida todo el día, mi papá está en el sofá con la guitarra en la mano, cantando un tango, luego un bolero, él tiene una voz grave y profunda muy melodiosa, me encanta escucharlo.
Mi hermano mayor lo sigue cantando bajito y busca una segunda voz, mi hermana ya con el pijama puesto, lo acompaña con su voz dulce, ambos están tirados en el sofá en plan “somos adolescentes”, pasamos de todo…
Mi mamá está en la cocina y tararea con su voz aguda de soprano ligera mientras ordena los platos, yo también intento seguir las notas de esas canciones que me parecen tan hermosas,
soy la menor,
estoy sentada en la alfombra acariciando al perro que adora esos momentos y se duerme escuchando la música y aunque pareciera que no participo activamente en la ejecución de aquella canción,
dentro mío se está gestando una semilla que me acompañará toda mi vida,
el deseo de aquella comunión perfecta, de calor, comunidad, notas, melodías, afectos y la certeza de que donde hay música hay vida y si cantamos juntos, todo es perfecto y está todo bien.
Supongo que todo lo que he hecho a lo largo de mi vida ha sido transitar los caminos necesarios para volver a esa escena, la primigenia, la que me enseñó el porqué es bueno cantar, el porqué es tan necesario y creo que es un deber y un derecho de todos los seres humanos.
Cantar es mucho más que cantar, por eso quiero que cada día más personas se permitan hacerlo, y para ello comparto todas las herramientas que he aprendido y he aplicado en mí misma, desde la técnica pura y dura hasta la integración de la energía como espacio de trabajo y de la liberación de la voz.
Cantar es un viaje de transformación,
si quieres dar el paso y te atreves, te acompaño.